Pilares invisibles en la prevención del lavado de activos
Por: Roberto Morales. gerente de Compliance
La lucha contra el lavado de activos en El Salvador ha evolucionado significativamente en los últimos años, con reformas normativas, fortalecimiento institucional y mayores exigencias nacionales e internacionales derivadas de las recomendaciones GAFI.
Sin embargo, más allá de los marcos legales existe un componente menos visible pero importante que es la cultura de cumplimiento junto a la ética profesional.
Ambos constituyen los cimientos sobre los cuales se sostiene la efectividad de cualquier sistema de prevención de lavado de activos. Sin una cultura organizacional basada en la integridad, la transparencia y la responsabilidad, los controles formales se vuelven simples procedimientos sin convicción y que posiblemente no se lleven a cabo como están definidos o en el peor de los casos, ser ignorados.
Más que políticas y procedimientos, la cultura de cumplimiento puede definirse como el conjunto de valores, actitudes y comportamientos compartidos dentro de una organización que promueven el respeto a las normas, la gestión efectiva y ética de los riesgos. En el contexto de la prevención del lavado de activos, esta cultura se traduce en:
- La comprensión real de los riesgos asociados.
- La aplicación efectiva de los procedimientos de “Conozca a su contraparte”.
- La identificación y reporte responsable de operaciones sospechosas.
- El apoyo activo de la alta dirección con el cumplimiento.
En muchas instituciones salvadoreñas, los programas de cumplimiento aún se perciben como una obligación externa, que no proporciona ninguna ganancia, impuesta por los organismos de control y no como una convicción interna de integridad. Cambiar esa percepción es esencial para fortalecer la efectividad del sistema de prevención de lavado de activos.
La ética profesional complementa la cultura de cumplimiento al centrarse en el comportamiento de las personas. Un empleado que actúa con ética, incluso ante vacíos normativos, refuerza la credibilidad y sostenibilidad del sistema.
Los casos de lavado de activos en El Salvador y la región muestran que, con frecuencia, los fraudes no surgen de la ausencia de procedimientos, sino de decisiones éticamente incorrectas.
Por ello, la formación ética debe considerarse un componente esencial del cumplimiento, no un complemento opcional. Esto implica fomentar en los colaboradores valores como la honestidad, independencia de criterio, confidencialidad, rendición de cuentas y sobre todo calidad moral.