MI PERSONAJE INOLVIDABLE

MI PERSONAJE INOLVIDABLE

Les compartimos la historia escrita por nuestro socio fundador para la revista LEY DERECHO JURISPRUDENCIA:

 

Por Dr. Roberto Romero Pineda

 

El día de la Virgen de Guadalupe, 12 de diciembre de 1964, contraje matrimonio religioso con la Dra. Virginia Teresa Mena, hija del Doctor Tomás Mena Montoya y Doña Carmen de Mena. A la hora de los brindis sus padrinos,  Doctor Joaquín Mena Montoya y Doña Rafaelina Venegas de Mena, dieron una sorpresa a su ahijada: le ofrecieron, que para sus primeros meses de vida conyugal, fuésemos a vivir a una casita muy hermosa llamada “Quinta Lina”, ubicada en el redondel del obelisco que está a la entrada del parque Balboa, en los Planes de Renderos.

Era un lugar muy acogedor con un clima fabuloso. Casi todas las tardes cubierto de neblina y muy romántico para recién casados…

Teníamos un solo vecino, a quien visitaban personas importantes de la época. Pronto advertimos que a mediodía en punto de los días sábados, llegaba una elegante limosina negra, conducida por un chofer uniformado,  quien abría la puerta del auto y salía un señor elegantemente ataviado;  luego otras personas que evidenciaban ser funcionarios. Mi curiosidad no pudo más y días mas tarde nos presentamos como sus vecinos. Nuestra sorpresa fue grande: nos recibió un caballero  bien vestido, agradable, sonriente, de buen trato, ¡todo un señor!. Se trataba nada más y nada menos que del Doctor José Guillermo Trabanino,  quien de inmediato nos introdujo con su esposa Doña Clarita y sus hijos, entonces jóvenes estudiantes, Guillermo, Benjamín, Jaime, María Clara y María Elena. Nos dio un recorrido por la casa y enseguida nos pasó a la biblioteca donde habían varios estantes y numerosos libros que versaban sobre la vida del Libertador Simón Bolívar. Hizo historia de las condecoraciones que le habían otorgado y mostró un bastón perfectamente barnizado con ribetes de oro que  en el mango tenia grabadas las iniciales “MEA”, explicándonos que perteneció al expresidente de la República Doctor Manuel Enrique Araujo, quien fue asesinado en el año de 1913. Admiramos su estupenda colección de cuadros y obras de arte.

A menudo conversábamos sobre temas variados; sin embargo, noté una preferencia por todo lo relacionado con la vida del libertador, descubriendo que tenía un “sui géneris” método para que sus hijos varones la aprendieran. Una noche de sábado que regresábamos de una fiesta nos encontramos con su hijo Jaime, quien retornaba a su casa pasada la hora de permiso. Jaime abrió la puerta con sumo cuidado y entró sigilosamente a la casa. De repente, se encendió una luz y se oyó la voz del Doctor: “¿que tal Don Jaime, cómo le fue?”. a lo que el interrogado muy sorprendido contestó:  “muy bien, pero ya me voy a acostar”. Un momentito dijo el Doctor, siéntese y acercándole un libro de la vida de Bolívar le pidió que leyera una de sus principales batallas.

Por las noches me narraba sobre su paso por la política. Había sido Alcalde Municipal de San Salvador, Ministro de Relaciones Exteriores y resaltaba que el 14 de octubre de 1951 se firmó por los cancilleres de Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador, la carta de creación de la “Organización de Estados Centroamericanos” (ODECA), siendo Don Roberto Edmundo Canessa el titular por nuestro país. Luego, en una reunión posterior, fue electo Secretario General de ese organismo regional. A esta dignidad se entregó con inquebrantable pasión y los presidentes centroamericanos le ofrecieron apoyo incondicional para que fuesen resueltos los problemas o dificultades que en el tránsito del mandato se presentaren…

Con singular nostalgia me narraba sus anécdotas, recordando las siguientes.

Siendo jefe de la comuna capitalina fue invitado por  el Alcalde de París, Pierre de Gaulle, hermano del presidente de Francia, General Charles de Gaulle, para conmemorar el segundo milenio de la fundación de la Ciudad Luz, evento al que asistieron 105 alcaldes de diversas partes del mundo. En el coctel inicial, el Doctor Trabanino que destacaba por su estatura, y quizá por ello, el anfitrión, dirigiéndose a él le dijo: “ya que estamos en confianza, descríbame como son los indios salvadoreños”. El Doctor Trabanino, hombre de mente ágil, con aplomo y cortesía le contestó: “señor Alcalde, Usted está conversando con uno de ellos”.

Otra fue cuando en 1955, expulsaron a numerosas familias de salvadoreños que residían y trabajaban en Jutiapa, Guatemala, fronterizo con nuestro país. Los afectados desfilaron por las calles de San Salvador y ello levantó el ánimo del pueblo contra los “chapines”. El Presidente salvadoreño Coronel Oscar Osorio, sumamente preocupado por la situación, consultó con el Secretario General, quien le aconsejó que el impasse había que arreglarlo directamente con el Presidente de Guatemala Carlos Castillo Armas, amigo personal del Doctor. Al llegar al aeropuerto La Aurora, los periodistas lo acosaron sobre los motivos de su viaje: “vengo a ver a mi familia”, contestó. Ellos interrogaban: ¿qué familia?, respondiéndoles muy sonriente: “son unos hermanos”. No contentos insistieron: ¿cuántos son esos hermanos?. Con naturalidad, dijo: “tres millones de hermanos guatemaltecos”. Esta respuesta pronta y ágil, muy propia del Secretario, agradó al mandatario guatemalteco: “quien llama hermanos a sus vecinos no viene a pelear, si no a buscar soluciones”. Después se confirmó que el problema lo había ocasionado el gobernador de Jutiapa y con una llamada del presidente guatemalteco quedó todo arreglado.

El Doctor Trabanino era todo un maestro de la elegancia. Cuidaba hasta del último detalle. Presente lo tengo cuando un buen día, como a las 5:30 de la mañana, un violento terremoto sacudió el país. Todo mundo salió al redondel como pudo, incluso el Doctor Trabanino, que por vez primera lucía un poco despeinado. Siguieron las réplicas, pero poco a poco fueron disminuyendo y entre “temblor y temblor”, repentinamente el Doctor entró a su casa, en contra de los ruegos de Doña Clarita. Minutos después apareció inmaculadamente afeitado, peinado, y luciendo una elegante bata color ocre, animando a la gente que tuviese calma…

Como todo matrimonio joven, nuestro principal anhelo era construir una casita; ya habíamos visto un lote de terreno en la 3ra. Calle Poniente de la Colonia Escalón, casi a una cuadra de la actual gasolinera Texaco. Lo comenté con el Doctor Trabanino y me dijo: “no se preocupe, yo le voy a ayudar. Todos los sábados viene a visitarme Paco Núñez Arrué; se lo voy a presentar y  Usted le platica el asunto; eso sí, tenga lista una cantidad de dinero que Usted considere como prima”. Con gran ansiedad esperé la llegada del sábado y a la hora dicha llegó el invitado. El Doctor me mandó a llamar: “Paco, te presento a este joven y promisorio abogado, él es mi vecino y está interesado en comprar un lote en la Colonia Escalón”. Sin más preámbulos, Don Paco me extendió la mano y a quemaropa me preguntó: ¿Cuánto tenés?. Sorprendido le contesté: “tres mil colones”; rápidamente me dijo: “dámelos”. Obedientemente y muy despacito cumplí la orden, pero alcancé a preguntarle – ¿Don Paco, le tengo que firmar alguna hipoteca?. Haciendo un gesto me contestó: “no tengas cuidado, andá el lunes a las oficinas de “Escalón Núñez y Compañía”, y le indicas al gerente, qué lote quieres; la mejor garantía que tú tienes, es Guillermo”. Así iniciamos la aventura de tener nuestra casa.

Cada día era un aprendizaje y yo iba guardando sus enseñanzas. Siempre me insistió que conociera más de la vida del libertador y me obsequió interesantes libros, invitándome después a formar parte de la “Asociación Bolivariana de El Salvador”, de la cual era Presidente vitalicio. Como buen alumno fui estudiando la historia libertaria de los países suramericanos y, por ende, enriqueciendo mis conocimientos.

Después formé parte de la Junta Directiva de la Asociación y en los aniversarios del natalicio y deceso del libertador, depositábamos ofrendas florales en el  monumento ecuestre que está en el parque que lleva su nombre. Más adelante, me designó para pronunciar el discurso de estilo. Recuerdo que con motivo de inaugurar  un monumento en ciudad  Bolívar, en el oriente del país, donde hace años llegaron oficiales que pelearon con el libertador en el siglo XIX, la Asociación preparó un acto especial e hicimos gestiones para conseguir un helicóptero de la Fuerza Aérea Salvadoreña, que nos trasladó a dicha población.

Todo lo aprendido de aquel maestro sin igual, me hizo reflexionar. Sentí la necesidad de incursionar en el conocimiento del derecho comunitario y diplomático y tomé entonces una decisión muy firme: estudiar una Maestría en Diplomacia y Relaciones Internacionales que anunciaba la Universidad Tecnológica. Hice malabares para organizar mi tiempo, pero pronto me sentí en ambiente: el Rector, los profesores y compañeros eran unos colegas y otros conocidos,  y volví a algo que tanto me gusta: estudiar.

Al concluir la maestría, el Doctor Trabanino me dijo: “Roberto, esto es un complemento muy valioso para su carrera” y me dio un efusivo abrazo.  ¡Que razón tenía!. Tiempo después fui honrado por el ilustrado gobierno de la República del Perú, nombrándome como su Cónsul General Honorario en El Salvador; esto me permitió relacionarme con el cuerpo diplomático acreditado en el país, funcionarios de la Cancillería y del gobierno. Años más tarde, fui designado Cónsul Honorario de la República de Guatemala en nuestro país, el que ostento a la fecha. Me siento muy orgulloso de ser un ex alumno de maestrías de la prestigiada Universidad Tecnológica.

Lo visité con frecuencia en el hospital Central, ubicado en el pasaje Guadalupe frente al parqueo del Ministerio de Economía y estuve pendiente de él, hasta el día de su fallecimiento ocurrido el 28 de septiembre del 2000. Se me entristeció el alma y se me encogió el corazón al llegar al Salón de Honor de la Cancillería, precisamente donde hoy está Casa Presidencial, pues me encontré  que habían dos féretros: uno el de su hija Maria Clara, la niña de sus ojos, que había expirado unas horas antes, victima de un violento cáncer, y el de mi docto amigo, maestro y consejero de toda la vida, por quien guardo y profesaré hasta el final, un agradecimiento, admiración y recuerdo imperecedero. Es MI PERSONAJE INOLVIDABLE.

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